27 de enero de 2012

... LA PRINCESA Y EL ARTESANO DE SUEÑOS ...

Hace muchos, muchos años en un reino muy lejano vivía una joven princesa en la corte junto a su padre el Rey y su amada madre la Reina. Sobre la joven princesa caía una pesada carga, fruto de la herencia de muchas generaciones atrás. La tradición marcaba que la heredera al trono al llegar a la edad de los dieciséis años, de entre todos los nobles existentes dentro del reino se le otorgaba un marido, con el que se desposaría cinco años más tarde, al cual no podía elegir por ella misma… algo que… a esta, nuestra princesa del cuento no le hacía nada feliz.

Nuestra joven princesa mientras tanto disfrutaba de todas las ventajas y caprichos que le otorgaba aquella vida real, pero nunca olvidaba que pasados cinco años, en algún momento llegaría el fatídico día, y no había una sola noche que no soñara con tener alas y poder huir de aquel lugar.


Una buena mañana, cansada de la vida en la corte, decidió salir fuera de aquellos muros y comprobar con sus propios ojos que había más allá de los mismos. Cambio sus ropas por los de una de sus doncellas y nerviosa, eso sí, dirigió sus pasos más allá de las puertas de palacio. No sabía muy bien dónde dirigirse así que… lo que hizo fue seguir al resto de la gente, que no hacía más que caminar deprisa de un lado para otro, imaginaros que trajín, tanta gente, ruido, olores… todo nuevo para una princesa que salía por primera vez de la tranquila vida y verdes jardines de palacio.

Así, de este modo, llegó al mercado… y con todo aquel ajetreo recordó una historia que una de sus doncellas le relató un buen día, la cual decía que en aquel lugar había un joven artesano que tenía la habilidad de leer los sueños de la gente y convertirlos en algo real con sus propias manos… embriagada por la curiosidad de que tal muchacho pudiera existir y no fuera más que un cuento más, lo buscó por todos los rincones, hasta que al fin… bajo la lona de un pequeño puestecillo y rodeado de un gran número de personas, lo encontró.


Allí estaba él, forjando con sus propias manos un pequeño artilugio, fruto del sueño de un risueño niño que estaba a su lado contemplando aquella obra maestra. Lo que las doncellas no habían contado era que… aquel joven artesano no pedía ni una sola moneda por ninguna de sus obras, el decía que los sueños pertenecen a quién los tiene mientras duerme y que su trabajo era tan solo darlos forma y hacer lo posible por realizarlos.

El nunca despegaba sus ojos de lo que tenía entre las manos, y la verdad es que le ponía tanta pasión a todo que las gentes de aquel lugar ya lo pagaban con sus sonrisas y un buen apretón de manos o un abrazo. Desde el momento en que lo vio, la princesa clavó sus lindos ojos color miel en aquel muchacho, el… sin embargo seguía trabajando en un nuevo sueño pero… algo le hizo parar, alzar sus brillantes ojos y cruzar sus pupilas con aquella princesa. Fue un solo instante, pero para ellos parecieron años, el tiempo se paró y todo se hizo más lento.

Desde aquel día, cada sábado, la princesa cambiaba sus ropas por unas ajadas y sucias y volvía al mercado para pasar la mañana con aquel artesano de sueños. Pasaban las horas como si fueran minutos y al final de la misma, cuando ella se tenía que marchar parecía que el mundo se hacía pequeño.

Pasaron las semanas y lo que empezó siendo tan solo la mañana de los sábados, pronto se convirtió en paseos por el valle, escapadas bajo las estrellas, chapoteos en el río, risas, saltos, abrazos y caricias… y ocurrió lo que suele ocurrir… los dos, se enamoraron.


Pasaron momentos increíblemente felices, pero con el paso de los días, en el corazón de la princesa empezó a crecer el temor y el miedo de lo que en poco tiempo la esperaba, su enlace con aquel noble del cual intentaba huir. ¿Qué pensaría su padre el Rey, si se enterara de todo aquello?, ¿y su madre la Reina?... ¿Qué pensaría toda la corte de ella si faltara a la tradición?, tenía miedo a equivocarse, tomar un camino diferente y que no fuera el correcto... aquellos pensamientos aumentaron, y aunque cada instante junto a su humilde artesano era maravilloso y nunca deseaba que terminara y saliera el sol… poco a poco la noble princesa se fue alejando de él.

Aquel joven se sumió en la desesperación… no entendía que es lo que había cambiado y en poco tiempo cayó muy enfermo. Las personas más cercanas, decían que sufría la enfermedad del corazón roto, las fiebres y los dolores aumentaron con el paso de las horas.

Al muchacho nunca le faltaron manos que secaran el sudor de su frente y que le cogieran de la mano en las peores horas, pero… a veces, cuando despertaba por las noches en medio de sus delirios por las altas fiebres, solo miraba alrededor de la cama y preguntaba por su princesa, pero ella… nunca vino a verlo, ni mandó un mensajero que le diera noticias.

Los días pasaron y el artesano empezó a recuperar las fuerzas. La fiebre empezó a remitir y pasadas unas semanas volvió a su vida cotidiana. Pero todo el mundo pensaba lo mismo… aquellas fiebres habían cambiado la magia que aquel muchacho tenía en sus manos, ya no era capaz de leer los sueños y su tristeza lo llevó a cerrar su pequeño puesto en el mercado.

Poco después, llegó el día que la princesa no deseaba que llegara jamás… en pocas horas daría el paso que la llevaría a estar al lado de alguien que no la hacía sentir feliz, tan solo era lo correcto, pero no mágico ni lo que ella quería en su vida. Aquella noche, invadida por las lágrimas y decidida a cambiar el rumbo de las cosas, salió de sus aposentos corriendo en busca del Rey y de la Reina para contarles que no deseaba pasar su juventud al lado de aquel noble… que una vez, en el mercado conoció a un joven artesano de sueños que fue capaz leer lo que verdaderamente ella anhelaba, y que junto a él se sintió tan especial que pasó las mejores horas de su vida…


El Rey no demasiado contento con aquel relato de su hija, no hacía más que pensar en que podría hacer ahora, porque la tradición era la tradición y esta debía de cumplirse.

Su madre… en cambio sonrió dulcemente a su hija, la cogió por los hombros y la dijo:

-          ¡Hija mía!, en la vida… no es más importante elegir bien el sendero por el que vamos a caminar sino la persona con la que deseamos de verdad pasear de la mano… busca tu felicidad, y da igual cuantas barreras, muros o tradiciones haya que romper… busca a tu artesano y sueña junto a él. De tu padre, ¡Ya me encargo yo!

Y así fue, cogió el caballo más veloz de todos lo que había en el establo y sin detenerse un segundo cruzó los muros de palacio, corriendo hacia la casa del muchacho.

Cuando llegó, se apeó del caballo y sin perder un segundo llamó a la puerta, el joven nada más abrirla y verla cayó de rodillas delante de ella… - ¡Qué haces aquí!- preguntó. - ¡He venido a por ti, he venido a buscarte!, no quiero la vida que me espera en palacio…

-          Pero yo… no puedo ofrecerte nada de valor, soy pobre y muy humilde y tan solo puedo darte una caricia y un pedazo de este corazón.

-          Y… ¿Qué piensas que necesita una princesa para ser feliz…?

Es así que desde entonces, ella cambio su vida por aquel artesano de sueños, que lo único que hizo aquella mañana de sábado en el mercado fue… mirar a los ojos color miel de aquella  muchacha, leer lo que ella soñaba y anhelaba con todas sus fuerzas y regalarle unas alas para escapar de allí volando los dos juntos cogidos de la mano.


“La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”

Paulo Coelho (1947-?) Escritor brasileño.

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